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Quince mil llantos, por Iván Romo

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No tengo la menor idea de cómo empezar con este escrito. Tampoco sé si es un artículo de opinión o una simple reflexión personal, ni siquiera conozco si será publicado en algún medio de comunicación o no. Sinceramente, no es algo que me preocupe. Ahora bien, tengo muy claro cómo voy a terminarlo y, además, necesito hacerlo: escribir con las tripas, no con el cerebro; escribir con el sentimiento no con el intelecto.

La capacidad del ser humano para causar el mal hace tiempo que se superó de un modo abominable. Sin embargo, hay acciones criminales que se cometen a título individual y otras que se cometen en nombre de un colectivo e, incluso, las hay, también, que se perpetran por los Estados miembros de la Comunidad Internacional mediando la impunidad. Sí, obviamente me refiero al Estado de Israel que no al pueblo de Israel, porque no es exactamente lo mismo. En cualquier caso hablamos de personas que cometen faltas, delitos, crímenes de guerra o crímenes contra la humanidad. Aquí también podríamos decir que mayoritariamente los criminales son hombres.

Desde hace bastantes años la política expansiva del Gobierno de Israel ha estado socavando la integridad territorial de Palestina haciendo decrecer su tierra hasta estrangularla por medio de las colonias asentadas ilegalmente según innumerables resoluciones de la ONU. Desde los atentados de Hamás, esta estrangulación del país para dejarlo inservible para su cometido de gobernanza autónoma (sin infraestructuras varias, ni redes eléctricas o de abastecimiento de agua  es difícil la gestión diaria) se ha convertido en la aniquilación física de aquellas personas, sin distinción alguna salvo su nacionalidad, que viven en dicho territorio hasta hacerlos desaparecer de la faz de la tierra: exterminarlos por completo.

No creo que exagere lo más mínimo: más de 55.000 asesinados en apenas año y medio, mayoritariamente mujeres y niños, que no nos olvidemos son el futuro de un pueblo. Sin mujeres no nacen niños, y sin niños no habrá en un mañana hombres y mujeres de Palestina. Así de sencilla es la planificación genocida. Mientras escribo esto, tengo una cifra en mi cabeza: 15.000 niños según la ONU van a morir en apenas 48 horas si no entra de modo urgente la ayuda humanitaria a la zona, no con cuentagotas, a modo de limosna, sino en condiciones y sin condiciones. 15.000 niños. No me puedo hacer idea de lo que eso supone para sus padres, para sus madres, para sus abuelos, para sus abuelas, para sus familiares, para sus amigos (siempre y cuando sigan vivos porque también hay un dato terrible de niños palestinos huérfanos). Serán 15.000 llantos no calmados, 15.000 llantos de hambruna no saciada, 15.000 llantos de muerte inminente. Porque van a morir, sin ninguna duda.

15.000 gritos, 15.000 lamentos, 15.000 injusticias con nombres y apellidos. No hay justicia en este mundo que pueda revertir lo que está ocurriendo estos días. Me rebelo ante esta afrenta, me indigna como hombre, no puedo soportarlo. 15.000 votos en Eurovision no pueden cubrir esos llantos. El dinero no lo cubre todo, sobre todo no cubre la ignominia ni tampoco oculta que se está cometiendo un Genocidio en pleno siglo XXI sin que la Comunidad Internacional haga absolutamente nada para evitarlo. Tan sólo España, Irlanda o Sudáfrica han planteado, desde tiempo atrás, posturas más firmes ante los Crímenes de Humanidad perpetrados por quienes ejercen la responsabilidad máxima del Gobierno de Israel.

Así, tomando como referencia el Tratado de Roma de 1998, suscrito entre otros por España en el año 2000, pero no por Israel ni por Estados Unidos, por el que se establece la Corte Penal Internacional hablamos jurídicamente de Genocidio porque en su artículo 6 se indica expresamente que a los efectos del presente Estatuto, se entenderá por «genocidio» cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal. c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial o d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo.

Los criminales según el referido tratado no son los pueblos, ni siquiera los Estados, los criminales lo son las personas individuales: esa es la Responsabilidad Penal Individual del artículo 25 por lo que no se juzgan Estados, ni se juzgan Pueblos; se juzgan, sencillamente, hechos cometidos por personas inhumanas, responsables jerárquicos de Gobiernos que practican políticas genocidas. No hay antisemitismo en esto, únicamente una concepción sensible de lo que se entiende por ser humano porque teniendo presente que, en este siglo, millones de niños, mujeres y hombres han sido víctimas de atrocidades que desafían la imaginación y conmueven profundamente la conciencia de la humanidad los criminales han de ser juzgados.

Si bien, al final, la razón ha podido sobre la pulsión y las pinceladas jurídicas resultan de aplicación, tenía claro cómo debía de terminar este relato, o este exhorto o este llano: hemos de parar esta atrocidad. No podemos permitir que, en nuestro mundo civilizado, 15.000 niños mueran en 48 horas de hambre. No podemos, no debemos. 15.000 llantos son muchos. Ninguna canción de Eurovision que quede segunda en el festival televisivo será capaz de entonar tantos lamentos de seres humanos envueltos con la única bandera de una mortaja depositada en una gigantesca fosa común.

Iván Romo Arbide