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Fracaso, por Carlos Acarreta


Tras meses de incertidumbre, se despejó por fin la incógnita: no hay gobierno, no hay acuerdo de gobierno, no hay coalición, así que habrá nuevas elecciones generales el 10 de noviembre.

Esto apunta sin duda alguna a un fracaso estrepitoso de los políticos y de los partidos. La ciudadanía ya votó el 28 de abril pasado, y después de eso le correspondía a los políticos hacer su trabajo: formar gobierno, llegar a un acuerdo para formar gobierno, llegar a un acuerdo sobre un programa de gobierno, facilitar o no impedir la formación de gobierno, etcétera. Pero nada de esto ha sucedido. Los políticos han fracasado y ahora a la ciudadanía le toca volver a acudir a las urnas, en medio del hartazgo general por esta situación.

Una de las razones más probables de este fracaso es seguramente la falta de tradición de gobiernos de coalición en España: a diferencia de otros países de nuestro entorno, desde la llegada de la democracia el gobierno en España ha sido siempre monocolor, alternando entre el PSOE y el PP, a veces con apoyo externo, sí, pero siempre gobernando en solitario. Sin embargo, el bipartidismo acabó hace ya unos años, aunque parece ser que a nuestros políticos les cuesta entender esto, mucho más que a los ciudadanos, y se empeñan en querer gobernar en solitario aun cuando los resultados no se lo permiten. Tampoco ayuda el hecho de que ciertos políticos parecen estar más preocupados por los sillones a ocupar que por el programa de gobierno y sus medidas. Una vez más, la ambición de unos y otros como obstáculo insalvable.

También me resulta inevitable pensar en el hecho de que probablemente haya muchos intereses –Ibex 35 y demás– a los que no conviene en absoluto un gobierno de izquierdas en la Moncloa, y que seguramente harían (o hacen) todo lo posible por evitarlo y obstaculizarlo. No es necesario creer en conspiraciones estrafalarias: basta con haber leído la prensa o haber escuchado la radio, por ejemplo, en los días en los que un gobierno conjunto entre PSOE y Unidas-Podemos aún parecía bastante probable. La mayoría de los medios no podían ocultar su temor apocalíptico ante esta posibilidad. Y algunos parecían presagiar poco menos que la llegada de una dictadura estalinista.
Será interesante ver qué resultados ofrecen las urnas el 10 de noviembre, cómo varían –o no– con respecto a los resultados del 28 de abril, y si habrá un aumento significativo de la abstención por el hartazgo de la gente. Esperemos, eso sí, que los políticos se pongan esta vez las pilas y hagan su trabajo, que no es sino dar respuesta a los problemas de los ciudadanos.