José Miguel Gastón ha buceado en la hemeroteca para advertir en ‘No estamos para bailes rusos’ la irascibilidad de la prensa de la oligarquía navarra ante la Revolución de octubre del 17. El higiénico derrocamiento del régimen zarista sembró el pavor entre las élites occidentales, aterradas ante la previsible multiplicación de conquistas similares en Occidente.
Aquel levantamiento liderado por Vladímir Lenin actúo como una insólita palanca que conllevó la construcción del Estado del Bienestar que hoy disfruta Europa, que no Estados Unidos. Y las conquistas sociales se sucedieron en frenesí tras siglos de esclavitud gracias a la articulación global del movimiento obrero a través de sindicatos.
La citada obra de Gastón, editada por Txalaparta, subraya que el establishment creyó que el asunto era una plaga bíblica mientras la influyente Iglesia Católica advertía que el marxismo era la consecuencia de los desórdenes morales del siglo XIX.
El poder económico se defendió mediante dos mecanismos de los aires revolucionarios: forzó la violencia estatal y buscó un clima propicio mediante una munición mediática hipócrita que decía que el enfado obrero era sinónimo de «una crisis de fe». La Biblia recobraba su vida como sustitutivo del pan y los caciques exigían mantener las migajas caritativas del rico para que el pueblo no consolidase derechos.
Las crisis liberales (1919-2019)
El siglo XIX se extendió hasta el final de la II Guerra Mundial, 1945, porque la casta quería mantener una fase turnista que hartó a un pueblo cansado de la falsa democracia liberal. El fascismo y el nazismo, «descomposiciones del capitalismo» según Lenin, intentaron frenar los avances sociales.
Tras la caída de ambos tiranos, a los que sobrevivió Franco, se construyó otro sistema demócrata liberal con el reformismo, la socialdemocracia y una Europa colonizada por los Estados Unidos como contrapeso a la Unión Soviética. La crisis perenne de 2008 destapó el lodazal, surgieron las protestas ciudadanas y el autoritarismo de Trump, Bolsonaro, Orban y Salvini guardará la viña hasta que sean útiles para el capitalismo, que por desgracia renacerá con caras más amables.
La Revolución del 17 en la Ribera de Navarra
‘No estamos para bailes rusos’ repasa los movimientos que exigían que los terrenos comunales, «mitigadores de desigualdades» según Gastón, volvieran al pueblo tras acabar en manos de las élites por una Desamortización que cojeaba.
Hasta Fitero, Falces, Peralta o Tudela llegaron los aires regeneradores y anarquistas de Andalucía, Catalunya o el Levante. La dictadura fascista de Primo de Rivera, al que Alfonso XIII unió sus destinos, y la matanza del 36 amortiguaron una revolución ibérica que pecó de reformismo en el 31 al igual que en el 78, año en que nos faltaron nuestros juicios de Núremberg. En las tres citas, 1923, 1936 y 1978, se engañó al pueblo con patrias y banderas, siempre conservadoras y excluyentes.
No es cuestión de estigmatizar a los que vuelven con la rojigualda, Vox, tal y como hizo la derecha con la izquierda abertzale o hace con el independentismo catalán. Pero es evidente que la formación de Abascal busca consolidar los recortes sociales y de libertades del Gobierno de Rajoy.
Falsos culpables
Lo peor de Vox no es su ideología, ya que hay otras fuerzas ultraconservadoras en Europa que se han distanciado de las élites. Lo peor del partido de moda es su búsqueda de falsos culpables, el musulmán y la mujer, para tapar que la corrupción del expartido de Abascal ha costado a España más de 110.000 millones de euros, según un estudio realizado por la web anticorrupción Casos Aislados.
¿Se avergüenza la derecha española sobre el saqueo que realizaron? Parece ser que no: Casado ha restaurado al aznarismo y al aguirrismo, Vox no dice ni una palabra sobre la cleptocracia de Génova 13, Ciudadanos pacta con ellos cada vez que puede y UPN no tiene ningún reparo de ir con los populares a las urnas cada vez que les conviene.
Balance ribero
El Gobierno del cambio ha apostado por el Hospital Reina Sofía, ha impulsado varios centros educativos en la ribera y se ha gastado el dinero público en materia social. Los giros a la izquierda en Tudela, Castejón o Corella, la creación de la red municipalista ARIZ y la labor del asociacionismo pone al sur de Navarra a la vanguardia del progreso.
UPN quiere hacer olvidar sus pecados tras haber arremetido durante tres años de forma obsesiva contra el euskera Entre medias se enfangaron con la laureada y los restos del golpista Sanjurjo. Y ahora quieren la AP-15. No olvidemos que los regionalistas eran los socios del PP en Navarra cuando Aznar realizó un ejercicio de capitalismo de amiguetes para condenarnos hasta 2029 a soportar a las manos privadas manchando nuestras infraestructuras.
Un ejemplo mediático
UPN no parece distanciarse del PP después de que el partido de Aznar, Rajoy y Casado fuesen sentenciados por un juez de la Audiencia Nacional por un delito de partícipe a título lucrativo. Uno de los emblemas de Génova 13, Ana Botella, acaba de ser condenada a pagar 25 millones de euros por el Tribunal de Cuentas por vender pisos sociales a fondos buitre.
Pero en los medios solo se lincha a Manuela Carmena, que tenía un concejal que hacía chistes desafortunados, que contrató a unos titiriteros, que permitió que a la Cabalgata de los Reyes Magos se subiesen travestis junto a Bob Esponja y que ha apostado porque el ser humano rescate el centro de Madrid tras un siglo en manos de los contaminantes coches.
Ah, por cierto, Carmena también ha rebajado la deuda de Gallardón y Botella desde los 5.936 millones de euros a menos de la mitad: 2.703. Pero eso es una anécdota porque esa señora, según algunos voceros radiofónicos como Losantos, «está gaga y es una bolchevique».
Rayo de luz navarro entre un pesimismo general
El cambio político de paso tras la irrupción de Vox invita a pronosticar hacia un cambio hacia el centro-derecha en el Estado. No es el caso de Navarra, con UPN, desnortado, desilusionado y descohesionado, con el PP temiendo quedar fuera del Parlamento foral y con unas previsiones tímidas de irrupción para Ciudadanos y el partido de la ultraderecha antifuerista y antiautonomista.
Los navarros son conscientes de que la mejora económica en los últimos años ha llegado a las capas más deprimidas de la sociedad: el 70% del incremento presupuestario en Navarra ha ido a parar a la inversión social.
No es lo mismo Barkos que Sanz y Barcina. Y los navarros lo saben. El problema del centro-izquierda es que puede depender de nuevo del PSN, del que no olvidamos sus continuas traiciones pese a su renovada retórica progresista. Si la izquierda se moviliza quizás en Navarra no tengamos que bailar al son de la música y cara al sol esas canciones tan desfasadas.
Pedro Pérez Bozal es portavoz adjunto de AFI en el Ayuntamiento de Fitero