La Ley Foral 14/2018, de 18 de junio, de Residuos y su Fiscalidad señala en su artículo 20.1, que a partir del 1 de enero de 2022, se establece la obligatoriedad de la recogida selectiva de la fracción de materia orgánica de los residuos domésticos y comerciales para toda la población de Navarra. Es decir, lo que hasta ahora venimos depositando en un único contenedor, el verde, lo tendremos que depositar en dos contenedores diferentes, separando, por un lado, la basura que proviene principalmente de restos de comida, y por otro, otros residuos no biodegradables como pañales, mascarillas, colillas, etc.
Esta medida no es un capricho ni una moda. Cuando separamos debidamente los residuos orgánicos, en las plantas de procesamiento se obtiene materia prima para fabricar nuevos recursos como abonos, fertilizantes o biogás. Por el contrario, si los restos orgánicos llegan mezclados con materiales contaminantes y no biodegradables, las posibilidades de reciclaje y reutilización se reducen sustancialmente. Por ello, la correcta separación de los residuos orgánicos constituye una pieza clave de la economía circular. Unido a esto, hay otros beneficios a tener en cuenta como son la disminución de basura que procesar en los vertederos, la reducción de emisiones de CO2 generadas en los vertederos municipales o la reducción de los lixiviados. Hablamos, en definitiva, de un sistema de tratamiento de residuos más eficaz y respetuoso con el medioambiente.
La recogida selectiva de materia orgánica precisa, lógicamente, de un sistema de depósito diferenciado del resto de los contenedores que utilizamos habitualmente. En este sentido, podemos hablar de otro contenedor, el contenedor marrón o “quinto contenedor”, o del sistema de recogida puerta a puerta. También se puede instaurar un sistema de tratamiento de compostaje. En términos generales, el contenedor marrón está ampliamente implantado en Navarra y en algunas zonas concretas como la Sakana también funciona de manera positiva la recogida puerta a puerta.
Hasta aquí todo correcto, ¿verdad? Pues no, porque en la Ribera, a falta de poco más de 6 meses para que entre en vigor la obligatoriedad de separar la materia orgánica, no tenemos contenedores marrones ni ningún sistema de recogida selectiva al alcance de toda la ciudadanía. Mientras el 84% de la población navarra tiene acceso al contenedor marrón, en la Ribera son prácticamente inexistentes. Y esto no se debe a que el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra nos ningunee, sino a una pésima planificación y gestión por parte de la Mancomunidad de Residuos de la Ribera, que desde 2014 incurre una y otra vez en el incumplimiento de los planes anunciados.
Una presidenta y dos presidentes han estado desde 2011 al frente de la Mancomunidad: Maribel Echave, de UPN, Tomás Aguado, del PSN, y el actual, Fernando Ferrer, de Navarra Suma. En 2014 se dieron los primeros pasos en la implantación del contenedor marrón, que tendría que haber llegado a los 19 municipios que componen la Mancomunidad a principios de 2016, plazo que, como bien sabemos, no se cumplió. Desde mediados de 2020 hasta hace pocas fechas, Fernando Ferrer ha anunciado inversiones de aproximadamente un millón de euros destinadas a la recogida selectiva de residuos orgánicos, pero poco o nada se sabe de los planes concretos de actuación.
El calendario se impone y, a día de hoy, parece que la Mancomunidad sigue mirando para otro lado, por lo que cuesta creer que a 1 de enero de 2022 se pueda cumplir con la exigencia que marca la ley.
Me gustaría poder decir que esta dejación se debe, por ejemplo, a que se está trabajando intensamente en el pliego de la limpieza viaria mancomunada, cuya adjudicación está paralizada desde hace dos años, o a que se está analizando cómo gestionar eficazmente el dinero recaudado vía impuestos, que subieron un 40% entre 2017 y 2020. También podría ser que se debiera a que se están realizando todas las adecuaciones necesarias en el vertedero de El Culebrete para evitar de este modo las sanciones que reiteradamente desde el año 2012 impone el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente. O incluso a que se está elaborando un Plan de Transparencia tan ansiado como necesario para acabar de una vez por todas con la opacidad existente en esta entidad. Sin embargo, diría que no es así y que la Mancomunidad de Residuos de la Ribera sigue instalada en la ineficacia y el oscurantismo como señas de identidad de su gestión.
Anika Luján
Geroa Bai Tudela