La palabra urbano se refiere a una persona que tiene urbanidad, que es educada y correcta, pero también se deriva de urbe, que significa ciudad, y hoy en día sobre todo gran ciudad. Y es la gran ciudad lo que nos seduce para comprar, divertirnos, ver espectáculos, etc., incluso para ir a vivir, casi renegando de la vida de un pueblo.
Esto ha sido así durante mucho tiempo y lo sigue siendo, pero a la vez se está despertando un clamor para atraer gente a los pueblos antes de que se vacíen. Y es que las grandes ciudades son focos que aspiran con fuerza a las gentes rurales, que se trasladan allí atraídos por el anzuelo de un trabajo fijo y una paga todos los meses, lo cual tiene también su contrapartida, como es vivir en los extrarradios, emplear horas para ir al trabajo y estar separados de la familia la mayor parte del día. ¿Merece la pena?
Creemos que la ciudad es mejor por tener más servicios, más centros culturales, educativos y sanitarios, pero a la vez impone un tipo de vida menos natural. Vivir en las ciudades implica estar urgidos por los transportes de metro y autobuses, soportar una insana contaminación acústica, lumínica, respiratoria y por unas prisas casi continuas.
Pero con todo ello la persona se va olvidando del contacto que tenía con la naturaleza, con experimentar el viento y la lluvia, con vivir el cambio de las estaciones, pisar la tierra y la yerba, ver los pequeños ríos y escuchar el rumor del agua, cuidar de los ganados o verlos casi a diario como algo normal, mientras que la gran urbe nos borra todo ese mundo, y ya no se mira al cielo porque apenas se ve desde las grandes avenidas. No es de extrañar que cada vez más personas de la ciudad salgan los fines de semana al monte, hagan senderismo, naveguen por los ríos o vayan en bici por los caminos para recuperar un estilo de vida que nunca se debió perder.
Si la gente regresa a los lugares semiabandonados ganaríamos en humanidad, ya que las grandes urbes empiezan a deshumanizarse
Por eso es necesario que la gente regrese a los lugares semiabandonados, creando en ellos fuentes de riqueza derivadas de la agricultura, de los bosques o del ganado, además de facilitar al máximo la adquisición de una vivienda. Dotarlas de escuelas para que las nuevas familias puedan contar con la educación de su prole, lo cual ya lo están haciendo algunos ayuntamientos preocupados por el tema; y esto es necesario no ya por motivos económicos sino vitales, pues ganaríamos en humanidad, ya que las grandes urbes empiezan a deshumanizarse. Se lograría ser urbanos, educados y correctos sin ser deglutidos por las grandes metrópolis, y viviríamos mejor la vida.
Alfonso Verdoy