A Txus Eguílaz Martínez no le van las celebraciones tradicionales. Nació un 24 de diciembre, en plena Nochebuena, y nunca tuvo un cumpleaños al uso. Tampoco celebró una boda, ni organizó nada especial cuando cumplió 40 años. Quizás por eso, a sus 43 años, le hace mucha ilusión el homenaje que han preparado desde la Escuela de Música de Tudela por sus 30 años como profesional de la música, y que servirá para reunir a quienes le han acompañado a lo largo de este tiempo.
“Me parece genial que no haya que esperar a que uno muera para que se digan cosas bonitas”, dice entre risas. “Será una fiesta con los míos. Una excusa para abrazarnos y recordar todo lo que hemos vivido. Y qué mejor ocasión que estos 30 años desde mi primera actuación pagada, que tuvo lugar un 4 de abril de 1995, con solo 13 años”.
Un camino propio
Esa fue la chispa que encendió un recorrido que hoy es difícil de etiquetar. Desde muy pequeño, había algo dentro de él que le dirigía hacia este camino. “Tuve la gran suerte de que mi madre lo supo ver. Me apuntó al conservatorio y eso fue el germen de lo que es ahora. En mi evolución, he tenido tres puntos importantes: el primero fue empezar. Yo pensaba que iba a ser percusionista al uso pero cuando iba a tocar con agrupaciones clásicas de percusionista con atril, veía que me faltaba algo y que yo no era el perfil que más podía aportar a esas agrupaciones. Entonces, me di cuenta de que a mí, más que la percusión en sí, lo que más me llamaba era el ritmo, la esencia, que podía ser con instrumentos, con el cuerpo, con el claqué, con beatbox… Es decir, todo lo que tuviese que ver con la esencia rítmica”. Ese fue su segundo gran descubrimiento. Y el tercero, “que es en el que me encuentro”, comenta, “es que he visto que lo que me motiva, ya no es casi ya ni el ritmo, sino la transformación que se produce a través del ritmo. Tú estás en una clase con un grupo y surgen las vergüenzas, los miedos a hacerlo mal… Nuestras inseguridades. Y que ese grupo pueda acabar mejor de lo que ha empezado, para mí es casi una obsesión, es como intentar democratizar un poco el ritmo. No hace falta hacerlo bien para disfrutarlo. Si lo haces bien y lo disfrutas, obviamente es mejor, pero no es una condición sine qua non para poder disfrutar de las artes escénicas en general”.
El trabajo con niños
Txus Eguílaz vive en Barcelona como freelance. Tiene el privilegio de que todo lo que hace en su trabajo le gusta “porque, además, yo puedo elegir lo que quiero hacer. Pero es verdad que con una de las cosas que más disfruto es con los niños y niñas de 8-11 años. Porque es esa bisagra que aún son niños como para jugar, no se juzgan, pero al mismo tiempo ya tienen cierta coordinación para hacer cosas de más nivel”.
Por otra parte, un día a la semana da clases en una escuela especializada en claqué. “Doy clase de percusión corporal a formaciones que vienen de todo el mundo a hacer una especie de máster de claqué. Aparte de eso, abarco todas las edades y todos los ámbitos: desde escuelas de música a escuelas de teatro, institutos, empresas que necesitan cohesión grupal, colectivos en riesgo de exclusión social… Todos los registros que tengan que ver con el ritmo y el movimiento.”
También viene una vez al mes a dar clases al conservatorio de Tudela. Los niños lo llaman “clases de Txus”. “Y a mí eso me encanta, no saber etiquetar algo en un mundo en el que todo tiene que estar clasificado. Por un lado están jugando, por otro lado bailan, cantan.. No eres el profesor estándar. Yo creo que se les aporta desenfado, cuidado, sienten que se les escucha”.
En cuanto a los adultos, “al final buscan algo parecido, con la diferencia de que nosotros más bien necesitamos quitar: quitar miedos, barreras, obstáculos… Lo que yo intento que sientan desde el minuto uno es un espacio de seguridad: que si se equivocan nadie se va a reír, que nadie va a juzgar… Muchas veces un adulto dice “¡Es que no me sale!” Y es verdad, pero a eso hay que añadirle un adverbio temporal: el ahora, todavía, aún… Porque si no te estás diciendo que no te va a salir nunca. Los adultos buscan también el desenfado, atención, liberación… Esto si hablamos de un perfil amateur. Si hablamos de actores o profesionales, buscan recursos útiles para su profesión”.
Trayectoria
Txus Eguílaz acumula una larga trayectoria a sus espaldas, pero siente un cariño especial por sus inicios en todas las agrupaciones que tenía que ver con el conservatorio de Tudela: “la Banda Joven, la Orquesta de Cuerda… Luego la Banda de Música Municipal, charangas de todo tipo… Luego estuve en la Pamplonesa, la Orquesta Sinfónica de Navarra, Perfusión, o colectivos locales de cultura popular como los gaiteros o los alabarderos… Cada proyecto ha tenido su sentido para llegar hasta aquí”.
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