Inicio Colaboradores Alfonso Verdoy Juicios, por Alfonso Verdoy

Juicios, por Alfonso Verdoy

Normalmente, nos creemos con capacidad suficiente para discernir con acierto sobre la mayoría de las circunstancias que nos rodean. Pensamos que nos enteramos de lo que sucede a nuestro alrededor con total objetividad, para lo que sólo necesitamos abrir bien los ojos y lo oídos, y analizar tranquilamente lo que percibimos. Pero esto no es más que una primera impresión, porque en realidad no hay ningún conocimiento puro, y nada se nos traslada tal cual a nuestro entendimiento, porque en el hecho de abrir los ojos y los oídos hay muchos condicionamientos en los que no solemos reparar.

En primer lugar se ha de tener en cuenta nuestro propio bagaje experiencial; todas esas experiencias que hemos vivido actúan como un filtro para dejar pasar de fuera a nuestros adentros únicamente lo que estamos dispuestos a dejar entrar. Ese tono con el que la vida nos ha marcado impone una selección de lo que percibimos, o al menos una matización, a veces tan intensa, que lo desfigura.

También influye nuestro modo de ser, que va mucho más allá del temperamento, y que sería más exacto denominar como talante, que viene a ser ese modo personal de saborear la vida con el que cada persona ha nacido, lo que le induce a vivir con una disposición determinada, más o menos alegre o triste, más o menos dinámica, más o menos optimista o pesimista, más o menos dispuesta a considerar que es más o menos fácil-o difícil- afrontar la realidad.

No hay ningún conocimiento puro, y nada se nos traslada tal cual a nuestro entendimiento

Y por último también los condicionamientos sociales intervienen en el hecho de procesar, matizar y aún adulterar lo que la realidad nos ofrece. Las modas impuestas por los medios y los políticos, la cultura y las tradiciones son ciertamente prejuicios— aunque es preferible decir juicios previos, y desmontar así el tono peyorativo que la palabra pudiera tener— que determinan un modo peculiar de tratar las informaciones que recibimos, seleccionarlas, juzgarlas y revestirlas.

Así que tenemos que dejar de creer que tenemos la verdad pura, porque las propias experiencias por un lado, el talante personal, la sociedad, la cultura y las tradiciones pueden enmascararnos la realidad. Y es que, en definitiva, el conocimiento puro es prácticamente imposible. Claro que si entablamos una sincera comunicación con las personas de nuestro entorno y contrastamos opiniones, podremos descubrir cuales eran nuestros filtros, y buscar así una idea más ajustada del mundo que nos rodea.

Artículo anteriorAlumnos de Cultura Clásica del Instituto Valle del Ebro visitan Zaragoza
Artículo siguienteRibaforada quiere convertir sus Jornadas de las Verduras en un referente para la Ribera