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Día de difuntos, por Alfonso Verdoy

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El día de difuntos ya no es lo que era; antes, chicos y grandes, mujeres y hombres se acercaban al cementerio para llevar flores y pasar un rato junto a los restos de los suyos. Se aprovechaba de paso para visitar las tumbas de los amigos y, entre parada y parada, se rumiaba en silencio: “también nosotros”, nos decíamos en ese hueco de intimidad surgido entre las conversaciones.

Y eran buenas estas reflexiones, buenas y necesarias. Reflexionar sobre la muerte es aprender mucho sobre la vida, porque si algo da sentido a la vida es la evidencia de la muerte. Por esta evidencia vivimos urgidos, no vaya a ser que no nos dé tiempo a conseguir los objetivos propuestos, pero sin ella viviríamos tocados de una indolencia perenne; ¿qué prisa tendríamos en hacer las cosas? Así es como entendemos que la vida es realizarnos a nosotros mismos, es entender que no estamos hechos y que nos tenemos que hacer.

Hoy en cambio se quiere vivir de espaldas a la muerte, como si no existiera; casi no se cita su nombre y lo sustituimos por blandos eufemismos; en consecuencia, se está renunciando, sobre todo la gente joven, a visitar los cementerios. A veces por falta de creencias religiosas, pero también hay creyentes que han optado por huir de los campos santos: “¿para qué, si la visita carece de utilidad?”

Tener presente que hemos de morir despierta la pasión por vivir y da lucidez a la conciencia

Pero aunque fuesen verdad estas justificaciones, sigue siendo positivo pararse un rato de cuando en cuando, cerrar los ojos y considerar nuestra condición mortal, porque eso es lo que nos da verdadera vida. Tener presente que hemos de morir despierta la pasión por vivir y da lucidez a la conciencia. Claro que no es necesario ir al cementerio para meditar sobre este asunto, porque sirve cualquier momento y lugar.

Pero son este tipo de reflexiones las que se están perdiendo, por eso el día de difuntos ya no es lo que era. Ese tiempo que hubiéramos empleado lo dedicamos quizá a cosas banales o a saturarnos de televisión y perdernos en las redes, para lo que es bueno considerar que las redes son siempre un instrumento para cazar y apresar, y una vez encerrados en esa trampa no podemos pensar por cuenta propia.