Entendemos claramente que lo real es todo este universo que nos rodea, que aunque hoy es inmenso, en principio fue un punto minúsculo que explosionó hace miles de millones de años, y que mucho más tarde aparecimos los humanos – al menos en esta planeta- y nos relacionamos con lo que más cerca teníamos. Entonces, una vez que asomamos nosotros, nos pusimos en relación con lo exterior, convirtiéndonos en sujetos de esa multitud de objetos que vamos descubriendo. Somos pues los sujetos los que hemos entrado en relación con los objetos existentes. Eso es lo que solemos creer.
Lo real es el universo que nos rodea, hoy inmenso, pero en principio un punto minúsculo que explotó hace miles de millones de años
Así que primero fue la explosión, luego el ir y venir alocado de las partículas por la fuerza explosiva, más tarde la posterior unión de algunas de ellas debido a la atracción de sus distintas energías, y después, lentamente, se fue formando todo lo demás hasta que surgimos nosotros, pero pese a que todo sucedió en ese orden, no es la exacta verdad. Cuando un arquitecto hace una casa-por ejemplo-empieza por los cimientos y termina por el tejado, pero aunque este es lo último, en el proyecto estaba unido a toda la casa desde el principio; no es algo añadido posteriormente, aunque temporalmente así sea, sino que ya formaba parte con los cimientos y los muros, de tal manera que solo es lo que es en la casa, puesto que lo que tiene sentido es el conjunto.
De igual modo, cuando hay una fuerte tormenta de nieve, los ríos de desbordarán pasados unos días o unas semanas, pero ese desbordamiento no es algo separado de la tormenta, sino que estaba incluido en ella desde que nevó. En estos casos, lo que ocurre al final no podemos decir que tenga relación con el principio, sino que lo que tiene en este contexto es algo muy distinto: respectividad. La relación se da entre dos elementos acabados, que pueden existir por separado y que tienen sentido por sí mismos, mientras que la respectividad se da entre dos seres que forman un conjunto, que es el que les da el ser, porque no tienen sentido en su aislamiento. Si soy conocimiento necesito de algo que pueda ser conocido, pues yo carecería de sentido si existiera solo sin nada que conocer, y si hay objetos que pueden ser conocidos, necesitan de alguien que los conozca, si no tampoco alcanzarían su verdadera identidad.
Así que las cosas son lo que son por nosotros, y nosotros somos lo que somos por las cosas, y ambos por una totalidad que nos mantiene respectivos: la necesaria manifestación de la verdad que es lo que realmente da sentido al mundo y a nosotros.
Alfonso Verdoy