Inicio Colaboradores Alfonso Verdoy Esa es la cuestión, por Alfonso Verdoy

Esa es la cuestión, por Alfonso Verdoy

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Ser o no ser, esa es la cuestión, tal como vaticinó Shakespeare hace ya cuatrocientos años, quedándose desde entonces esta frase como una máxima para reflexionar. Pero la cuestión no es ganar o no ganar dinero, no es saber o no saber, divertirse o no divertirse, lo cual no quiere decir que ganar dinero, saber y divertirse sean algo malo, porque realmente son algo bueno y además necesario, lo que pasa es que no son lo principal, sino que son algo añadido, secundario, de tal manera que aunque se consigan no son lo más importante, ya que lo que realmente importa es ser o no ser.

Claro que ser es un concepto abstracto, atisbado por primera vez por Parménides y que tiene un intrincado eco metafísico, pero no es este ser al que se refirió el dramaturgo inglés, sino a ese ser concreto de cada uno, es decir, a lo que cada uno es, al modo de ser con que la naturaleza, Dios o el destino- según cada uno crea- le ha configurado. Y lo sustancial, lo fundamental, es no renunciar a él, porque si tal hacemos es lo mismo que renunciar a nuestra identidad, y eso es lo peor de todo, lo más negativo.

Lo que cada uno somos no es algo estático, sino dinámico, es una fluencia constante hacia nuestro verdadero futuro

Lo que somos cada uno, nuestro ser, no es una cosa estática, sino que es totalmente dinámica, es una fluencia constante hacia el futuro siguiendo la dirección que le sale de sus propias entrañas. Mantener nuestra identidad es seguir esa fluencia natural que somos, es dejarse llevar por esa corriente que nos brota desde el fondo, y vivir la vida desde ese manar que no para, que nace de nuestro ser y que es la única ruta que nos lleva hacia nuestro mejor yo, ese que aún no hemos visto pero que nos está esperando; porque quizá hemos llegado a pensar que la cuestión es ser como los demás, que eso es lo que tiene verdadera importancia, pero en la mayoría de los casos, por no decir en todos, equivale a no ser como nosotros debiéramos ser.

Y es que no debemos olvidar que esa fluencia natural es nuestro auténtico camino, es lo que nos hace existir de verdad, aunque no coincida con lo que se lleva, con lo que se hace y con lo que se dice, pese a que nos hagan creer que eso es lo inteligente, y que lo nuestro está fuera de lugar. Pero comportarse de ese modo es traicionarnos a nosotros mismos, quizá por cobardía, por ignorancia o por falta de ejemplo, pero habremos resuelto mal la cuestión más importante de la vida: la de ser nosotros mismos.