El alumnado de la Fundación El Castillo ha inaugurado este jueves 5 de junio el paseo “Memorias del Castillo”, un recorrido cargado de historia y emoción que invita a conocer cómo era Tudela en el pasado a través de los recuerdos de sus mayores. La iniciativa, vinculada al Día Mundial de la Sostenibilidad, ha convertido el cerro de Santa Bárbara y su entorno en un aula al aire libre, donde la memoria colectiva y el respeto por el territorio se dan la mano en un proyecto educativo y social.
A primera hora los alumnos de la Fundación El Castillo subían a los senderos del cerro de Santa Bárbara con los nervios propios de quien estrena algo grande: el proyecto que han desarrollado durante este curso en el que recuperan parte de la historia de Tudela al mismo tiempo que preservan el territorio que rodea a las instalaciones de su centro educativo.
A comienzos de curso, el grupo de alumnos de 2º de carpintería tomó una cámara y salió a preguntar a los mayores del barrio cómo era la vida en el casco antiguo, qué se sembraba en las huertas de Tudela o cómo era la atención sanitaria. De aquellas entrevistas han salido decenas de de vídeos cargados de vivencias y anécdotas que verse in situ gracias al peculiar circuito al aire libre preparado por los alumnos y alumnas de la Fundación El Castillo.
Un paseo que narra nuestra historia
Para que su trabajo no se quede en los cuadernos y que sirvan para que la gente conozca y cuide este espacio natural de Tudela del mismo modo que lo hacen los alumnos y alumnas de la Fundación El Castillo, a lo largo del sendero recién desbrozado se suceden los bancos en los que aguarda un código QR. Quien lo escanea a través de la aplicación Actionbound automáticamente a los testimonios.
Esta parte de «memoria» la han completado los estudiantes de 1º del módulo de Carpintería que han elaborado las siluetas de una abuela y las figuras que en los bancos acompañan al visitante.
Custodios del territorio
El proyecto forma parte de la iniciativa de Custodía del Territorio en el que está inmerso el centro por el cual los alumnos y alumnas se implican en el cuidado y conservación del entorno del cerro de Santa Bárbara. Pero más allá del cuidado y limpieza de las sendas, los estudiantes se han involucrado en dar a conocer y difundir este espacio. Han instalado casetas y comederos para las aves, han creado una yincana para descubrir las distintas especies de aves que habitan en el cerro aprovechando la tecnología de la aplicación Actionbound, han puesto en marcha La Huerta del Castillo, y ahora suman este nuevo proyecto que deja un importante legado inmaterial basado en los recuerdos de nuestros mayores que han hecho de Tudela lo que es. «La mejor forma de proteger un lugar es conocer su historia y contársela al mundo», reconoce Abel del Rey, profesor de la Fundación El Castillo y, desde hoy basta con calzarse las zapatillas, subir al cerro y dejar que las voces de nuestros mayores nos guíen por el camino.
Esther Baletti, una de las memorias vivas del cerro de Santa Bárbara
A sus 83 años, Esther Balotti Font es mucho más que la silueta que decora hoy el sendero del cerro de Santa Bárbara en Tudela. Es, en cierto modo, su memoria. Su voz, junto con muchas otras de vecinas del casco viejo y personas que acuden a las actividades sociales de Cruz Roja, es uno de los pilares del proyecto impulsado por la Fundación El Castillo.
Esther llegó a Tudela desde Barcelona con apenas tres años y conoce cada rincón del cerro como quien conoce los recuerdos de su infancia. “En el año 43 llegamos aquí y el cerro era prácticamente lo único que había para nosotros”, cuenta. “Subíamos continuamente al Corazón de Jesús, a Santa Quiteria, al Cristo… era el lugar donde íbamos a jugar y, luego con el paso de los años, el primer sitio al que llevábamos a cualquiera que viniera a vernos, porque desde aquí se ve Tudela como desde ningún otro sitio”.
El cerro, recuerda, era el centro de la vida juvenil. Allí se jugaba al escondite, se hacían meriendas, se compartía tiempo. “En los 80 se deterioró mucho. El vandalismo lo echó todo a perder”. Aun así, celebra que hoy, gracias a iniciativas como la Fundación El Castillo, se esté recuperando el espacio. “Me alegra muchísimo que vuelvan a retomarlo» y defiende la iniciativas de la escuelas taller. “No todo el mundo nace para ser ingeniero y la formación que ofrecen dan oportunidades reales a muchos chicos”.