Hay decisiones judiciales que requieren estudio, reflexión y serenidad. Y luego está la reciente idea de adelantar un fallo sin tener lista la sentencia completa, que parece salida de un taller de improvisación más que de un tribunal. La escena habría sido simplemente pintoresca si no fuera por el detalle —mínimo— de que el caso trataba, precisamente, de una filtración de información. Nada como condenar una para, acto seguido, ofrecer otra en versión “avance del próximo capítulo”.
Resulta curioso que quienes insisten en la importancia de la prudencia decidan prescindir de ella cuando más falta hace. Un fallo sin motivación es como un tráiler sin película: genera expectación, sí, pero también deja la incómoda sensación de que alguien ha pulsado el botón de “publicar” demasiado pronto.
La forma, en la justicia, no es un mero adorno ceremonial. Es parte del mensaje. Y cuando la forma es precipitada, incoherente o directamente torpe, el mensaje se distorsiona. ¿Cómo pedir ejemplaridad a los demás mientras se ofrece un spoiler judicial en horario de máxima audiencia?
La justicia debe hablar con sentencias completas, no con avances rápidos. Y si en un caso sobre una revelación indebida se termina revelando —aunque sea parcialmente— el fallo antes de tiempo, quizá no estemos ante una anécdota, sino ante un síntoma.
La torpeza, esta vez, ha sido suprema.
Pedro J. Soto Santos. Funcionario Administración de Justicia Jubilado















