Inicio Colaboradores Alfonso Verdoy Tiempos libres, por Alfonso Verdoy

Tiempos libres, por Alfonso Verdoy

-- Publicidad --

Soy de los que piensan que tenemos demasiados tiempos libres, y ahí está el problema, porque al ser tantos han de ser necesariamente muy cortos; son muy numerosos los medios que reclaman nuestra atención, por lo que tenemos que repartirla entre abundantes asuntos, y no nos queda un tiempo largo para utilizarlo en nosotros —que debiéramos ser el objetivo que más nos interesara— o para leer algo detenidamente, un periódico por ejemplo, en lugar de tantas noticias flash que nos ofrecen las distintas pantallas, o para charlar tranquilamente con quienes nos rodean, o para analizar nuestra conducta, o para reflexionar sobre nuestros objetivos, o para plantearnos un cambio de vida, radical o mínimo, según haya sido el resultado de esa reflexión previa, para la que desgraciadamente no tenemos tiempo. Y es que si el ser es tiempo, como dijo Heidegger, si nos quitan el tiempo es igual que si nos quitaran el ser.

Todas estas posibilidades que acabo de señalar son hoy prácticamente imposibles. Nos han absorbido tanto las mininoticias suministradas de continuo por las redes, que nos hemos acostumbrado a esa rapidez; todo tiene que ser así, ahora, en un minuto, con brevedad. Y claro, de este modo no da tiempo a decidir con tranquilidad, a atender cantidad de circunstancias reales de nuestro entorno que nos serían imprescindibles, ni a profundizar en los datos recibidos, atendiendo sin embargo a una cantidad exorbitantes de asuntos, por lo que sufrimos un empacho informativo. Ya no nos cabe más, y por eso a la vez que interiorizamos los datos los vomitamos, es decir, que nos desentendemos de ellos; los conocemos pero no los podemos asimilar.

Nos haría falta huir de esas redes en las que vamos siendo cazados como ingenuos pececillos

Nos haría falta huir de esas redes en las que vamos siendo cazados como ingenuos pececillos, y abandonarnos en momentos largos, en los que nos sería posible encontrarnos con nosotros mismos, conocernos a fondo y dilucidar si nuestras decisiones son verdaderamente nuestras o sugeridas por ese hartazgo de informaciones, que más que hacernos ver la realidad nos tapan nuestro ser, lo cual es el verdadero peligro. Esos momentos largos no serían numerosos, sino escasos: breves en cantidad pero largos en su duración y en sus frutos, la única manera de que nos sintiéramos sin agobios, libres y dueños de nuestra vida.