Odiar es fácil. Y no requiere grandes esfuerzos. Basta con asomarse a las llamadas “redes sociales”, tan insociales ellas. Una vez allí, buscas un bulo. Los hay a tutiplén. Un bulo, por supuesto, que convenga a tu ideología. Lo compartes y añades unas cuantas descalificaciones contra la persona o entidad contra la que se dirige el bulo. Añade también insultos varios. No hace falta buscarlos en los obsoletos diccionarios. Los mismos comentaristas de las citadas redes los utilizan con harta frecuencia. Y es suficiente con media docena de ellos repetidos en diferentes entradas. Así que basta con copiar y pegar. De este modo no es necesario que malgastes neuronas. Ah, y no olvides el pedir en grandes carteles la dimisión de esa persona o entidad, sea a nivel municipal, autonómico o estatal. Y, si esto parece poco, comparte asimismo una petición a la ”huelga general” en cualquiera de los citados ámbitos, conminando con un ¡¿a qué esperas?! para animar al personal y enseñarle a odiar sin esfuerzo. Por todo esto, está más que claro que odiar tiene sus ventajas. Sobre todo intelectualmente, ya que no se necesitan estudios y no se precisa recurrir el oneroso oficio de pensar.
Recientes estudios corroboran que, a medida que ha ido aumentando esta “Pedagogía del odio”, en varios países “desarrollados” ha ido disminuyendo el “Coeficiente Intelectual”, medida utilizada desde hace décadas para evaluar las capacidades cognitivas de las personas. Estas investigaciones revelan que el Coeficiente Intelectual ha disminuido por primera vez en casi un siglo, sobre todo entre las persona más jóvenes. Y, entre los factores que han contribuido a este descenso, señalan el enfoque pedagógico de la Educación; el empleo excesivo de los dispositivos digitales, el descenso de los hábitos de lectura, la falta de debates sosegados y los hábitos alimenticios modernos, altos en procesados.
Para contrarrestar esta Pedagogía del odio, es necesario favorecer enfoques educativos que promuevan valores como la Dignidad, el Respeto, la Solidaridad y la Empatía, La Educación debe ser un baluarte contra el odio, proporcionando materiales para que las personas puedan rebatirlo. Pero, por desgracia, la Historia nos dice que, tras largos periodos de Paz, los imbéciles homo sapiens que detentan el Poder económico del mundo añoran las guerras, para lo cual insisten en fabricar más cantidad de armas y con mayor poder de destrucción. Con nuestros impuestos, claro.
Y en esas estamos.