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Poderes fácticos, por Pepe Alfaro

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Sin lugar a dudas, y a pesar de quienes defienden sin escrúpulo alguno las dictaduras, no hay duda de que el mejor sistema político es la Democracia, siempre que se mantengan las normas establecidas y la separación de Poderes.

Pero existen, de hecho, otros Poderes, los llamados poderes fácticos que, al margen de las Instituciones Políticas, ejercen una enorme influencia sobre las sociedades. Estos poderes fácticos tienen una inmensa capacidad de presión, gracias a su seductor potencial económico, agrupándose, en casi todos los países, en organizaciones que dominan la Banca, la Religión y los Medios de comunicación.

El poder fáctico se impone, por tanto, al margen de las normas formales de las organizaciones democráticas. Estos poderes no se ejercen legítimamente (es decir, de iure), sino de hecho (es decir, de facto). De ahí su adjetivación como “fácticos”. Con su capacidad económica, compran o imponen voluntades, dentro incluso de los Poderes democráticos de los tres ámbitos de responsabilidad pública, como son el Poder Ejecutivo, el Poder legislativo y el Poder Judicial, consiguiendo, en no pocas ocasiones, pervertirlos, socavando su independencia, cualidad clave como sustento de la Ética, tan necesaria para que las sociedades funcionen amparadas en la Paz, en la Justicia y en la Solidaridad.

Ni siquiera es necesario que un poder fáctico se imponga por la fuerza. La clave de su ejercicio es su capacidad de control de mecanismos ajenos a la política, como el dominio de recursos vitales o estratégicos, que le dan el verdadero control ideológico para imponer sus criterios mercantilistas. Y, claro, cuando logran el poder por medio de las normas democráticas, prescinden de dichas normas para entronizar sus criterios dictatoriales. La Historia es pródiga en estos hechos. En 1933, el partido Nazi, liderado por Hitler, tras una campaña de terror, que incluyó el incendio del Parlamento alemán y el acoso a líderes opositores, consiguió la mayoría. Y de todo el mundo son conocidas sus fatales consecuencias, que produjeron millones de muertos.

Que “la Historia se repite” es un axioma categórico. Y, hoy en día, no pocos líderes mundiales, ejercen dictatorialmente su poder, al margen de las Leyes, por lo que cada vez tenemos más cerca la Tercera Guerra Mundial. Guerra que quizás sea la última, debido al enorme poder de destrucción que se sigue acumulando, dedicando para ello elevados porcentajes del producto interior bruto, en vez de dedicarlos en beneficio de unas sociedades más justas e igualitarias. Albert Einstein ya dijo, al terminar la Segunda Guerra Mundial, que si existiera una tercera sería la última. Y que si, milagrosamente hubiera una cuarta, las armas utilizadas en ellas serían palos y piedras. Tal como van las cosas, parece que falta muy poco para que dicho pronóstico se cumpla.