Pedro Izquierdo presenta en el Museo Muñoz Sola una amplia exposición dividida en dos partes en las que la figuración urbana y la abstracción dialogan sobre las diversas concepciones y expresividades del arte.
De este modo, la sala de la bodega del Museo Muñoz Sola de Tudela se convierte en un recorrido por las ciudades, luces y reflejos de Pedro Izquierdo, en una primera parte de exposición dedicada a su obra figurativa, donde la experimentación técnica y la observación minuciosa se funden con una mirada profundamente humana.
Sus cuadros —paisajes urbanos, escenas cotidianas, rincones reconocibles de Lisboa, Cracovia, Valencia o el Cantábrico— nacen siempre de una fotografía tomada por el propio artista, punto de partida de un proceso de recreación y depuración. “Trabajo sobre mis propias fotos, pero modifico lo que me interesa: elimino, añado, transformo. Busco que la obra conserve la naturalidad del instante, que las figuras se integren sin artificios, como si hubiesen estado siempre ahí”, explica Izquierdo.
Magia sobre alumnio
Una de las singularidades más llamativas de esta etapa es su trabajo sobre aluminio, un soporte poco habitual en la pintura tradicional, que el artista comenzó a investigar tras ver retratos hechos sobre este material hace años. “Me llamó la atención el brillo, la luz que proyectaba. Quise probar y tuve que inventar mi propia técnica: preparar el metal, aplicar capas, jugar con las texturas… El resultado cambia según la luz incide sobre la superficie; es casi como ver distintos cuadros en uno solo”, detalla.
Esa cualidad lumínica se convierte en un elemento vivo: las obras parecen mutar al paso del espectador, creando brillos que recuerdan al agua, al hielo o al resplandor del sol entre los edificios. “La base metálica da un relieve que vibra. Dependiendo del ángulo y de la luz, el cuadro se transforma, cobra movimiento”, apunta el pintor.
En sus composiciones, Izquierdo combina la precisión de la perspectiva con una sensibilidad que detiene la mirada en lo cotidiano: un grupo de jóvenes frente a una galería cerrada, la niebla en un puerto, el paso del tranvía en Lisboa, la sombra de un hombre con una maleta en una calle al atardecer. Escenas reales que cobran una nueva dimensión al ser reconstruidas con el color, la textura y la intuición del artista.
“Siempre estoy investigando, buscando nuevos caminos”, afirma. Esa curiosidad lo ha llevado a pintar también sobre arena, madera o fondos geométricos, siempre con la misma intención: que la pintura siga siendo un territorio de descubrimiento. “Lo importante es no cansarse de empezar, tener ganas de seguir creando”, resume.
La naturaleza escondida y el poder de la abstracción
Esta primera parte de la exposición, dominada por el paisaje y la figuración, actúa como prólogo de un segundo bloque —dedicado a la abstracción— que puede verse en la planta superior del museo, donde Izquierdo da un paso más en su exploración del color y la materia. Un diálogo entre lo visible y lo interior que confirma, una vez más, que la luz sigue siendo el hilo conductor de toda su obra.
En la planta superior del Museo Muñoz Sola, el visitante se adentra en un territorio muy distinto. Si la primera parte de la exposición de Pedro Izquierdo mira hacia las ciudades y la luz que habita en sus reflejos, esta segunda se abre al mundo interior del artista: una exploración de la materia, el color y las emociones a través de la pintura abstracta.
“No se trata de reflejar la realidad tal como es, sino de evocar sentimientos”, explica Izquierdo. En estas obras, los trazos, las formas y los contrastes cromáticos sustituyen a las figuras reconocibles. Cada cuadro invita al espectador a detenerse, mirar con calma y encontrar su propia interpretación. “Yo puedo decir lo que me inspira una obra, pero eso no tiene por qué coincidir con lo que otro ve. Cada uno puede imaginar algo distinto”, comenta.
Las fuerzas de la naturaleza trasladadas al lienzo
El título de esta segunda parte, Naturaleza escondida, resume bien su intención. Algunas piezas nacen de manera espontánea, guiadas por el impulso del color y la composición; otras, en cambio, evolucionan hacia paisajes interiores que sugieren montañas, ríos o formaciones rocosas. En todas ellas late la idea de una naturaleza que se transforma, una energía que surge desde el fondo del lienzo. “Hay cuadros que evocan fallas, flujos de agua o la fuerza de lo que está debajo de la tierra: raíces, semillas, materia viva”, señala.
El artista juega con la tensión entre luz y oscuridad, entre lo visible y lo oculto. En un tríptico, una franja oscura atraviesa los tres lienzos como símbolo de la incertidumbre, “lo inesperado, aquello que puede venir o no venir”. Otra obra, los tonos verdes, amarillos y azules hablan de un “resurgir de la naturaleza”. En todos, la materia y la luz dialogan como si la pintura respirara.
Las obras, de gran formato y gran riqueza de texturas, combinan efectos de relieve, veladuras y escurridos que crean profundidad. A veces, una mancha o un trazo dan pie a nuevas formas que el propio artista no había previsto. “Lo más difícil es empezar: enfrentarte al lienzo en blanco. Luego el cuadro te va llevando a donde quiere”, confiesa.
Algunas composiciones están inspiradas en paisajes reales, como un cañón de La Rioja donde la luz se abría paso entre las paredes húmedas. Otras remiten a recuerdos visuales de la naturaleza o a la fuerza de los elementos: el fuego, el agua, la tierra. Incluso aparecen ecos de esculturas contemporáneas, como las de Richard Serra, reinterpretadas en clave pictórica.
“Ahora mismo estoy centrado en la abstracción; no quiero alternar con la figuración, prefiero dedicarme de lleno a esto”, afirma Izquierdo, que suma ya más de cuatro décadas de trayectoria y tiene localizada toda su obra en colecciones, concursos y exposiciones de distintos puntos de España y del extranjero.
La muestra, que puede visitarse hasta el 2 de noviembre, se completa con una visita guiada este sábado a las 12:00, en la que el artista explicará personalmente el proceso y las claves de su trabajo. “Al final, cada cuadro es como un hijo —admite con una sonrisa—. Los quieres a todos por igual, aunque cada uno tenga su propio carácter.”

















