Jesús Alfredo Ortega García nació el 19 de mayo de 1945 en Castilruiz, en la vecina Soria, pero hace décadas que echó raíces en la capital de la Ribera de Navarra, donde su amor por el campo le han convertido en uno de esos hortelanos cuyo testimonio es vital para conocer esa huerta tan vinculada a la identidad de nuestra zona. Este año, coincidiendo con su 80 cumpleaños, la Sociedad Deportiva Recreativa Frontón ha querido rendirle homenaje en el tradicional Homenaje al Hortelano, reconociendo una vida entera dedicada a cultivar la huerta tudelana con mimo y tesón, porque, como dice la huerta no es solo trabajo, es vida, es memoria y es identidad. Y él, sin duda, uno de sus guardianes.
“Todo lo que ves, lo he criado yo. Sin venenos, con agua limpia, con las manos y con mucha voluntad todos los días”, explica Jesús Alfredo mientras recorre con la mirada su huerto de Arquetas, lleno de tomates, pimientos y berenjenas en esta época del año. Nada es casual en la pequeña parcela que cultiva con esmero y que, pese a la edad, sigue atendiendo con una energía que asombra.
Como la mayoría de personas de su generación su vida no ha sido sencilla, siempre ligada al trabajo y al campo. Tras pasar la mili en la escuela de reactores de Talavera la Real y una época en Madrid, recaló en Tudela en los años 60. En aquella época, recuerda, pasó por trabajos en la construcción, conservas, esquilador de ovejas… hasta que encontró estabilidad en la fábrica de Piher. Desde entonces, Tudela se convirtió en su hogar y la huerta que acababa de adquirir, en su pasión diaria.
Jesús Alfredo, casado con la tudelana Fabiola García y padre de una hija, Helga Ortega, mantiene su actividad en la huerta por amor a la tierra. “Aquí no hay venenos ni inventos. Sé lo que hay porque lo cuido yo. Y si estoy bien, estoy aquí todos los días, desde bien temprano”.
Critica el abandono que sufre el mundo agrícola: “Hoy los gobiernos solo piensan en el turismo. El campo está dejado, y la huerta tradicional se está perdiendo y cada vez con menos personas dispuestas a dar continuidad de una forma de vida que desaparece poco a poco.
Jesús Alfredo recibió la noticia del homenaje con la misma humildad con la que encara cada jornada. “Me vinieron preguntando por alguien que vendía tomates y resulta que al que buscaban era yo. Al final me han ‘engañado’ y me han hecho protagonista”, dice entre risas. Pero si algo valora el protagonista, es lo que le regala el campo cada día. “Un tomate feo, de kilo y medio, sin pellejo y todo carne, criado por mí… eso no se paga con premios”, asegura.