Pasadas las vacaciones, comienza el curso. Curso escolar y curso social. La infancia y la juventud han empezado sus estudios, con el propósito de empezar o seguir su formación en sus diferentes etapas educativas. Porque Formación y Educación van (o deberían ir) de la mano.
Es, sobre todo, en los primeros niveles de la infancia donde más hincapié se hace con este binomio inseparable. Porque, por muy importante que sean las asignaturas de Matemáticas o Lenguaje, entre tantas otras, mucho más lo son los valores de tolerancia, respeto, diálogo, responsabilidad, empatía y solidaridad, Valores que en todos los ciclos formativos deben ir de la mano, con la finalidad de que primen en los comportamiento vitales durante todas sus vidas.
Por desgracia, otro curso, el político, ese al que gran parte de la sociedad suspendió antes del verano, ha comenzado con los mismos vicios y perversas actitudes con que terminó el anterior. Parece mentira que personas con una importante formación académica (real o inventada en sus currículos) tengan tan mala educación. Más, si cabe, cuando esta mala educación se produce en estamentos democráticos que representan a la ciudadanía y que deberían ser un modelo de educación. Como cuando esta extrema y manifiesta mala educación se produce en el Congreso de los Diputados y Diputadas. Resulta bochornoso y desalentador comprobar que no pocas personas (llamadas “Señorías”) y que han pasado por la escuela, tengan tan escaso “señorío”. Entiéndase por “señorío”, según dice la RAE en su quinta acepción del diccionario: dominio y libertad en obrar, sujetando las pasiones a la razón. Y, entre sus sinónimos: distinción, elegancia, nobleza, hidalguía, generosidad, gravedad, mesura, dignidad, estilo.
No estaría de más que, tras lavarse la boca por tanto insulto y exabrupto, recuperasen esa capacidad atribuida al homo sapiens, llamada razonamiento. Y, así como quien pierde los puntos del carnet de conducir, tiene que volver a clase para recuperarlos, algún “juez estrella” les condenase a asistir a distintos cursos en la escuela para aprender mejores modales, renunciar al acoso entre sus semejantes y adquirir la necesaria dignidad, como las más elementales normas de EDUCACIÓN.